jueves, 30 de septiembre de 2021

REPOSICION. SEPTIMO. RELIGION

                                                        COLEGIO BENJAMIN HERRERA

JORNADA TARDE

GRADO: SEPTIMO (701,702,703,704)     ASIGNATURA: EDUCACION RELIGIOSA              
DOCENTE: SONIA PAREDES

GUIA DE REPOSICION


RELIGION AFRICANA

Por: Jacques Barou

En algunos Pueblos, se pone a un recién nacido el nombre de un antepasado para que de esta manera éste siga viviendo en el cuerpo del nuevo descendiente. Pero un antepasado, que seguirá viviendo junto a su familia, para su protección, puede desaparecer o convertirse en un ser dañino para la familia, si es olvidado y se le deja de venerar. A los antepasados se les atribuye cualidades corporales y espirituales. Así, por ejemplo, son invisibles, pero puede circunstancialmente pueden hacerse visibles; tienen la capacidad de entrar y poseer a los humanos y animales salvajes; capacidad de consumir comida o bebidas, por lo que se les ofrece esto en los ritos. Gracias a su condición sobrehumana y su proximidad al Creador, los antepasados son considerados a menudo como mediadores entre el Ser Supremo y los parientes vivos. No todo el que muere se convierte en un antepasado que continúa viviendo junto a la familia. Para ello, es necesario haber llevado una vida moralmente buena. En algunos Pueblos, el entierro apropiado es otra condición necesaria. En muchas sociedades africanas el culto a los antepasados es el centro de la actividad religiosa. No existe uniformidad en este culto y depende de cada grupo étnico, existiendo multitud de pequeñas variaciones, incluso dentro de un mismo grupo étnico. Hay, sin embargo, determinadas características que se repiten en la mayoría de las religiones Tradicionales, en relación a este culto a los antepasados. En algunas comunidades, una persona sin descendencia no puede convertirse en un antepasado. De ahí, que sea deseable tener muchos hijos, ya que así éstos le recordarán y mantendrán las comunicaciones rituales con él y poder así continuar procurando beneficios para sus parientes vivos (salud, larga vida, buenas cosechas, etc.) Los vivos pueden relacionarse con los antepasados a través de los sueños y los adivinos. Se cree que un antepasado disfruta de ciertos poderes mágico-religiosos especiales que pueden ser utilizados para el bien o para el mal de la familia. Se les atribuye cualidades corporales y espirituales; capacidad de consumir comida o bebidas, por lo que es habitual, en muchos Pueblos, en echar al suelo, antes de las comidas, parte de la comida y sobre todo de la bebida que se va a consumir; tienen la capacidad de existir en cualquier parte (especialmente, en urnas que guardan sus restos, en determinados árboles o bosques, etc.). No todo el que muere se convierte en un antepasado que continúa viviendo junto a la familia. Para ello, es necesario haber llevado una vida moralmente buena, según las normas morales tradicionales.

 

La inmensa mayoría de pueblos creen en la existencia de un dios creador que gobierna sobre todos los poderes divinos y humanos. Este dios, nacido a veces de una madre, vivió entre los hombres hasta que, por causas diferentes, acabó dejando la tierra y despreocupándose de su creación y de los seres humanos, por lo que los humanos no tienen relación con él. Pero, además de este dios lejano, en la naturaleza existen otras fuerzas espirituales encarnadas en diferentes deidades que están cerca de los humanos y que les pueden resultar beneficiosos o malignos. Estas fuerzas pueden estar presentes en los bosques, en los montes, en los ríos, en determinados animales, árboles o plantas. Aunque en la cosmogonía de algunas religiones africanas existen multitud de deidades menores.

 

Sacerdotes:  Ellos son los encargados de ejecutar los rituales, de presidir y dirigir las ceremonias. Ellos hacen de intermediarios entre el mundo de los vivos y el mundo de los antepasados. Normalmente, el ejercicio del sacerdocio requiere de un largo aprendizaje, ya que, además de ser el mantenedor de las ideas espirituales y de las tradiciones étnicas, habrá de aprender sobre las técnicas que empleará, sobre plantas y técnicas curativas, etc. Recurre también a técnicas de adivinación, aunque este término no sea el adecuado, pues no tratan de conocer el futuro sino de entender el presente. El sacerdocio no es un oficio hereditario. Cuando hay problemas graves y se desconoce sus causas o no se encuentra soluciones, los creyentes acuden a estos sacerdotes que intentarán ayudarles. Para obtener el favor de los antepasados, el sacerdote les ofrecerá sacrificios y alimentos. El sacerdote debe ser una persona íntegra moralmente y generosa.

CREENCIAS RELIGIOSAS AFRICANAS

 

La importancia de los rituales funerarios en el África subsahariana ha sorprendido a los observadores, quienes, independientemente de la diversidad de los rituales, los han relacionado con el dominio del grupo sobre el individuo y con el proceso del perpetuo retorno de los muertos entre los vivos. La evolución interna de las religiones africanas tradicionales, llamadas religiones del terruño, ha hecho surgir formas culturales más elaboradas en torno a los antepasados de prestigio, intermediarios entre el mundo humano y el universo invisible.

 

El lazo familiar que se ha mantenido más allá de la muerte se reactiva mediante la creencia de que todo niño que viene al mundo es portador del alma de uno de sus antepasados. 

La noción de alma no concibe ésta como una e indivisible; está compuesta de varias partes autónomas unas de otras, lo cual permite asociar la creencia en la reencarnación al culto de los antepasados y a la devoción por un principio creador, señor del universo. Entre los ashanti de Ghana, lo que renace en el linaje uterino es la “sangre”, mientras que  el “alma” regresa al Creador.

La escenificación del pasaje al estadio de antepasado puede hacerse después de la ceremonia funeraria. Tal es el caso entre los dogón de Mali, donde cada dos o tres años tiene lugar un ritual llamado dama para incitar al alma de los muertos, fallecidos e inhumados varios meses antes, a abandonar el mundo de los vivos para dirigirse al país de los antepasados. En el transcurso del ritual, se coloca a la salida de la aldea una vasija llena de cerveza que un pariente del difunto derriba de una patada, para dar a entender con claridad que, en adelante, el muerto ya no puede comer ni beber y tiene que abandonar el mundo de los vivos. Después, los hombres máscara danzan durante tres días para indicarle el camino del otro mundo, donde deberá morar en lo sucesivo.

Ya convertido en antepasado, el muerto es objeto de ciertas prácticas de culto, a las que van asociadas alabanzas, oraciones y sacrificios por parte de sus descendientes. Algunos antepasados, fundadores de clanes o linajes prestigiosos, son divinizados progresivamente; otros, con una religión monoteísta, se convierten en intermediarios predilectos entre los seres humanos y el Dios creador.

La mayoría de los rituales funerarios observados dan pruebas del mantenimiento de los lazos entre el muerto y su entorno. Incluso ya siendo cadáver, continúa perteneciendo a la familia. Ello se refleja, para empezar, en una representación con el propósito de simbolizar la presencia del muerto entre los suyos, sobre todo en los momentos que siguen al deceso. 

Los miembros del linaje se reúnen para beber, comer y cantar al desaparecido, lo cual constituye una manera de prolongar su existencia en este mundo. En efecto, suele ocurrir, sobre todo entre los mossi de Burkina Faso, que un pariente de la persona fallecida, de preferencia una mujer, vista las ropas del muerto e imite sus ademanes y su manera de hablar. Los hijos del difunto lo llaman “padre” y sus esposas, “marido”.

Entre los del Senegal, el muerto debe presidir sus propios funerales: vestido con su ropa más hermosa, sentado en su sillón acostumbrado y atado a él, la mano en alto como si saludara a la muchedumbre, se le lleva en andas a hombros hasta el lugar de su inhumación, mientras los músicos y danzantes tocan y evolucionan muy animados en torno al cortejo, desafiando así la dimensión trágica de la muerte y terminando de dar una coloración épica y triunfal al cortejo funerario.

La familiaridad con los muertos puede continuar mucho después del deceso a través de una relación con los cadáveres. El caso más conocido es el de los merina del altiplano de Madagascar. Aproximadamente cada cinco años tiene lugar la ceremonia del famadihana, término incorrectamente traducido por “dar vueltas a los muertos”: abren las tumbas y colocan a los muertos sobre los hombros de los danzantes que los lanzan al aire y los llevan en una farándula desenfrenada a través de las calles de la aldea; y después los envuelven en esteras nuevas que, dado que se supone que poseen un poder fecundante, más tarde se reparten las mujeres. Los vivos tocan los cadáveres y los envuelven en mortajas nuevas, con ademanes que evocan los mimos, y comparten con ellos algunos alimentos y vasos de ron. Así, se trata de un medio de reforzar los lazos internos del grupo de los vivos a través de la comunión con los muertos, que son, más que nunca, el vínculo que une a la familia.

Las religiones reveladas que se han implantado en el África subsahariana no han dejado de ganar terreno a las religiones del terruño. Hoy en día, el cristianismo y el Islam se reparten aproximadamente dos tercios de las conciencias. A pesar de la evolución reciente y parcial del Islam y el protestantismo, que ahora buscan la depuración, las creencias y prácticas anteriores han logrado sobrevivir en el seno de los nuevos cultos. En lo concerniente a los rituales funerarios, la llegada de las religiones reveladas tuvo sobre todo efectos visibles sobre las prácticas de inhumación, las cuales no existen en algunas de las antiguas religiones africanas o, cuando existen, no siempre están codificadas con precisión.

Eso es lo que indican los cambios que ha sido posible observar en una población del Senegal oriental, replegada en una zona montañosa donde ha conservado sus prácticas religiosas tradicionales (Barou & Navarro 2007). Hace todavía medio siglo, ese pueblo, llamado beliyan o bassari, vivía de la economía de la caza y la recolección. Está compuesto de siete clanes matrilineales y hoy en día habita en una veintena de aldeas situadas cerca de la frontera con Guinea. En los años 1930, los bassari comenzaron a practicar la agricultura y la ganadería, sin abandonar por completo sus actividades de caza y recolección.

Su religión se fundamenta esencialmente en la creencia en la existencia de los biyil, genios  invisibles que los protegen de los azares de la caza y los ataques de sus enemigos y garantizan tanto la fecundidad del grupo como la de las plantas y animales que consumen. Esos genios les escogieron como antepasado totémico el camaleón, al que están vinculados mediante una relación simbólica. Cuando se lleva a cabo su ritual de iniciación, los adolescentes de 15 o 16 años de edad se convierten en “hijos del camaleón” al término de un largo retiro en el bosque y de varias pruebas, una de las cuales consiste en batirse con los biyil, representados por unos hombres vestidos con una máscara de corteza y un traje de hojas para encarnar a esos genios de la naturaleza, a la vez antepasados y protectores del grupo.

Las máscaras son la encarnación visible de los biyil. Las portan algunos hombres del grupo de los odyar, cuya edad fluctúa entre 27 y 33 años. Nadie debe intentar reconocer al hombre que porta la máscara, a la que se percibe como un espíritu que participa activamente en la vida del grupo, protegiendo a los niños de la enfermedad y la brujería, alentando a los cultivadores a trabajar durante los rituales estacionales y castigando a aquellos que contravienen la costumbre. Mediante su dimensión de antepasados, las máscaras establecen una relación permanente entre el mundo de los vivos y el de los muertos, entre el universo visible y el invisible.

Los bassari perciben la muerte como un rito de transición y una etapa del ciclo del eterno retorno, puesto que los antepasados están llamados a renacer en sus descendientes después de haber permanecido entre los biyil, asegurando así la perpetuación del grupo.

CEREMONIAS AFRICANAS

Las prácticas religiosas del oeste de África en general, se manifiestan en las ceremonias comunales y/o ritos adivinatorios en el que los miembros de la comunidad, superados por la "fuerza" (o "Ashe", "nyama", etc.), se concentran hasta el punto de entrar en la meditación y trance en respuesta a la rítmica/mántrica tambores y/o cantos.

 Una ceremonia religiosa que se practica en Gabón y Camerún es el Okuyi, profesado por varios grupos étnicos bantú. En este estado, dependiendo de los tipos de tambores o ritmos instrumentales interpretados por músicos respetados (cada uno de los cuales es aplicable sólo a una deidad determinada/antepasado), los participantes encarnan una deidad/antepasado, energía y/o estado de ánimo mediante la realización de movimientos de distintos rituales/bailes que mejoran aún más su conciencia elevada o, en términos orientales, concentrar la kundalini a un determinado nivel de conciencia y/o hacer circular el "chi" de una manera específica en el cuerpo.

Cuando este estado de trance es visto y entendido, los observadores culturalmente educados están al tanto de una forma de contemplar la encarnación pura/ simbólica de una actitud particular o en un marco de referencia. Esto se basa en la separación de las habilidades de los sentimientos provocados por esta forma de pensar y las manifestaciones circunstanciales en la vida cotidiana. Esa separación y posterior de la contemplación de la naturaleza y las fuentes de energía pura/sentimientos sirve para ayudar a los participantes a gestionarlos y aceptarlos cuando se presentan en contextos cotidianos. Esto facilita un mejor control y la transformación de estas energías en un comportamiento positivo y culturalmente apropiado, el pensamiento y el habla. Además, esta práctica también puede dar lugar a que en estos trances se pronuncien palabras que, cuando se interpreta por una educación cultural/adivina, puede dar una idea de las instrucciones apropiadas que la comunidad (o individuo) puede tener en el cumplimiento de sus objetivos.

Casarse en África sin pasar por la ceremonia tradicional está considerado como la predicción de una boda sin futuro. En todas partes del continente la boda con vestidos tradicionales tiene una importancia capital y se considera de mayor relevancia que las ceremonias civiles. Por eso, la preparación minuciosa del evento implica a las dos familias de los novios y se hace desde varios meses o años antes. Además, la boda tradicional cuesta mucho dinero, pues los vestidos son, en general, telas especiales hechas a mano, zapatos artesanales adornados de oro, sin olvidar la gran cantidad de cadenas de oro que deben llevar los novios.

En África Occidental, a pesar de que hay una gran diversidad cultural que ofrece a los novios mucha variedad en la manera de vestirse tradicionalmente, la mayoría optan por vestirse con la tela ‘Kita’. ¿La razón? Pues porque simplemente es un vestido majestuoso. Vestirse así es como representar la imagen, y también el ambiente de una casa real africana en sus momentos de fiesta. Por eso, los novios van vestidos con la tela ‘Kita’ o ‘Kente’, el nombre de la tela depende del país, Kita en Costa de Marfil y Kente en Ghana.

Estas telas están hechas a mano con dibujos simbólicos muy llamativos y se venden en todos los mercados africanos, pero solo en establecimientos especiales porque su venta no está al alcance de cualquiera debido a su elevado precio. Por ello, su distribución queda restringida a un pequeño grupo que ya está iniciado en este mercado.

En su origen, el Kita era una tela real y sagrada que llevaban los notables y las personas de la línea real cuando había una ceremonia de gran importancia. Hoy en día, se permite a cualquier persona vestirse con ella y en los mercados los vendedores ofrecen una multitud de telas Kita con colores diferentes, puesto que cada color tiene una significación que puede ser de alegría o de muerte.

El día de la boda tradicional, las futuras esposas pueden elegir entre varias maneras de vestirse, pero lo más popular es llevar una camisa blanca de encaje acompañada de dos piezas de tela Kita, o bien vestir directamente el Kita alrededor de su pecho. Para acentuar su aspecto ancestral, las novias optarán por un maquillaje tradicional hecho de polvo de arcilla (caolín) con el que se hacen pequeños círculos o dibujos sobre la piel. Los novios llevan una camisa de encaje blanca y se cubren con una gran tela de dos metros alrededor del cuerpo, adornándose con pesadas cadenas de oro.

Con la modernidad, los novios se han visto libres para dar rienda suelta a su imaginación en la manera de vestirse con la tela Kita o de coser sus vestidos, ya no hay reglas rígidas sobre vestimenta en la ceremonia. Aun así, no es raro ver novios vestidos de manera tradicional con Kita durante las ceremonias civiles y algunos, muy creativos, intentan salir de lo ordinario mezclando una parte de tela Kita en el vestido blanco de la novia o en el traje del novio.

A pesar de que la Kita es una tela muy pesada y puede agobiar a los que la llevan en época de calor, permanece como la joya de las bodas tradicionales y también de diversas ceremonias como las fiestas tradicionales, bautismos, funerales, reuniones de familia, etc…Y es que, como dice un antiguo proverbio “la belleza no tiene precio”.

Fuente: https://journals.openedition.org/

MITOS AFRICANOS

 

MULUKÚ
Existen innumerables mitos en África sobre el origen del hombre. Nuestra historia comienza una vez que Mulukú hubo creado el mundo y todo lo que contiene: el dios decidió que sería bueno para su creación que hubiese una especie que la disfrutase y cuidase. Para dar nacimiento a la nueva especie Mulukú excavó dos hoyos en el suelo, de uno salió el hombre y del otro la mujer, pero aún estaban incompletos, ya que carecían del conocimiento y sabiduría necesarios para sobrevivir sin la ayuda divina. Debido al amor que les tenía el propio Mulukú, al que también se venera como dios de la agricultura, les enseñó el arte de la siembre y así los humanos pudieron ser independientes y alimentarse por sí solos. Les proporcionó todas las herramientas necesarias para la tarea de cultivar y les dio semillas de mijo para que las plantasen, luego les dejó para que viviesen sus vidas. No pasó mucho tiempo hasta que la primera pareja dejó de seguir los consejos de Mulukú, y para su mayor decepción también abandonaron las tierras que él les había legado. Estas tierras pronto se marchitaron por la falta de cuidados, y al poco se transformaron en yermos y desiertos. Mulukú, ofendido y enfadado con la pareja, decidió arrancar la cola a los monos para ponérsela a los humanos, y ambos quedaron convertidos en monos. Al mismo tiempo los monos, ya sin rabo y que hasta entonces habitaban como animales, bajaron de los árboles para tomar el puesto de los humanos. Nosotros, los humanos modernos, somos aquellos monos que ocuparon el puesto de los primeros hombres.

 

AIDO-HWEDO

Entre el africano pueblo de los Fon, procedentes del desaparecido reino de Abomey, contaban en su mitología que, en los primeros tiempos de la creación, el dios de dos caras Mawu (que poseía tanto rasgos femeninos como masculinos, como metáfora del Sol y la Luna) contaba con la ayuda de Aido-Hwedo, la gran serpiente cósmica. El creador iba de un lado para otro en el interior de la boca de Aido-Hwedo, mientras se afanaba en la construcción del mundo, utilizándola como transporte. Una vez que hubo terminado con la creación, Mawu pensó que había recargado demasiado el mundo, poniendo demasiadas cosas encima. Los árboles, las montañas, los animales y demás pesaban mucho, impidiendo al creador que pudiese transportar su obra, así que pidió a Aido-Hwedo que le ayudase en esta tarea, y la serpiente cósmica aceptó. La única pega era que la gran serpiente no soportaba bien el calor de las profundidades, así que Mawu creó los mares y océanos para que Aido Hwedo pudiese vivir en ellos. Debido al gran peso del mundo, la serpiente debía cambiar  a menudo de posición para poder descansar, y es en cada uno de estos cambios de postura cuando suceden los terremotos. Pero también dice la leyenda que, el día que se agoten las reservas de hierro, la gran serpiente cósmica se devorará a sí misma, provocando que toda la tierra se precipite en el mar.

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